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Habilidades blandas

Se suele considerar que una persona es apta o competente, cuando emplea los conocimientos y destrezas que ha aprendido en su formación técnica o especializada para su ocupación o profesión, aplicando esos conocimientos a diversas situaciones profesionales y adaptándolos en función de los requerimientos de su trabajo. Estas habilidades duras o hard skills son importantes, pero para superar un proceso de selección o mantener un empleo no son suficientes.

Las competencias técnicas para realizar un determinado tipo de tarea o actividad se deben complementar con las habilidades blandas o soft skills que son aquellas orientadas al desarrollo de aptitudes sociales, es decir, habilidades interpersonales tales como: empatía, autonomía, autoliderazgo, coherencia, integridad, capacidad de atención y de escucha, interés, curiosidad, autenticidad, responsabilidad personal y social, capacidad de reflexión, proactividad, pasión, motivación intrínseca, humildad, capacidad de síntesis y de argumentación, gestión del tiempo, confianza… 

De forma equivocada, muchas personas que optan a un puesto de empleo piensan que las habilidades técnicas son las más importantes y reducen sus posibilidades de éxito en un proceso de selección. En los últimos años, las empresas tienen en cuenta las habilidades blandas debido a la creciente tendencia al trabajo interdisciplinario y sinérgico entre áreas. Un individuo que tiene desarrolladas sus habilidades duras al máximo, pero que no es capaz de integrarse, comunicarse adecuadamente con otros, tomar la iniciativa, de ser líder y asertivo y de involucrarse dentro de un núcleo o sociedad, difícilmente alcanzará el éxito en sus propósitos.

En resumen, un buen profesional debe articular las habilidades técnicas con las habilidades para la vida, así que procura destacarlas durante el proceso de selección. A través de las habilidades blandas podemos marcar la diferencia y destacar por encima de otros perfiles más técnicos.


Fuentes: